miércoles, 31 de agosto de 2011

La alianza de amor de Schoenstatt

Texto del Padre Fundador

De este modo (ver entradas anteriores del BLOG) queda trazado el marco en el cual colocar nuestra alianza de amor. La consideramos una forma original y concreta de la alianza que Dios selló con el hombre en el paraíso y que quiere hacer efectiva a lo largo de la historia de salvación, de la historia universal. La similitud entre ambas estriba en que nuestra alianza está fundada en el bautismo, como en el caso de todos los cristianos. Innumerables cristianos cantan aquella canción: “firme estará siempre mi alianza bautismal”, pero no son conscientes de que su vida cristiana descansa en dicha alianza, de que esta es realmente una alianza entre dos partes (Cristo y el alma); una alianza que a ambos aliados impone serias obligaciones y otorga derechos. No conocen cabalmente la esencia y exigencias de la alianza bautismal sellada. ……...…….....
Para nosotros la alianza de amor con la Santísima Virgen, a juzgar por su desarrollo histórico y su fecundidad, es una renovación, consolidación y aseguramiento profundos de la alianza bautismal, vale decir, de la alianza con Cristo y con el Dios Trino. Toda renovación de alianza que se exprese en dicha consagración significa para nuestro pensamiento y voluntad una nueva decisión por Cristo: por su persona, por sus intereses y por su reino. Incluye en sí un nuevo, inequívoco y enérgico movimiento de la voluntad desde abajo hacia lo alto, una renovada decisión por él, el rey del mundo y de los corazones, y simultáneamente un movimiento de la gracia desde lo alto hacia abajo, desde él hacia nosotros. Es equivalente a un profundo crecimiento en una comunión de amor entre nosotros y él y el Dios Trino.

(Texto extraído de Das Lebensgeheimnis Schönstatt, parte II, “Espiritualidad de alianza”, Patris Verlag Vallendar-Schönstatt, 1972 – Ver: Kentenich reader, Tomo 2: Estudiar al Fundador, Pág. 70/71 – Alianza de Dios y Alianza de amor)

Comentario

Naturalmente que para nuestro Padre Fundador el centro de la vida de todo cristiano está en el Señor, porque sabía que la devoción a la Santísima Virgen que coloque en el punto de mira de su interés solamente a la creatura puede acabar muy fácilmente en superstición o idolatría. Sin embargo en muchos de sus textos constatamos que el Padre Kentenich recordaba las palabras de San Pio X en su Encíclica “Ad diem illum” de febrero de 1904, que dicen: “¿Quién no ha experimentado que no hay un camino más seguro y más expedito para unir a todos con Cristo que el que pasa a través de María, y que por ese camino podemos lograr la perfecta adopción de hijos, hasta llegar a ser santos e inmaculados en la presencia de Dios?” En el Movimiento de Schoenstatt vemos por ello a la Santísima Virgen como la Medianera universal de todas las gracias. Ella, ése es nuestro convencimiento, se ha establecido por propia y especial iniciativa en un lugar de gracias, en Schoenstatt, y desde allí quiere irradiar sus regalos de amor a los que allí se consagran a Ella. El hombre de hoy, de por sí tan desarraigado, necesita un lugar que sea hogar, porque el amor está ligado siempre a un lugar. En torno a nuestro Santuarios, lugares de cobijamiento marianos, queremos vivir las “cualidades de la alianza”: aunque semejantes a nuestro aliado nos sabemos necesitados de complementación, nos abrimos al amado, que a su vez nos manifiesta su apertura, nos sabemos aceptados, y esforzándonos por ser fieles a la alianza como lo es siempre el Dios de la Alianza, podremos ser de manos de María fecundos para el Reino de Cristo aquí en la tierra.

miércoles, 24 de agosto de 2011

La Nueva Alianza


Texto del Padre Fundador

Cuando llegó la plenitud de los tiempos, se encarnó la segunda persona de la Trinidad, consumando así el sentido de la Antigua Alianza. Por su sangre, por su muerte en la cruz, el Esposo crucificado compró a un alto precio y recibió por esposa a la Iglesia. Así nos aparece la Nueva Alianza, sellada con la sangre del Señor. De ese modo su Iglesia, y también nosotros, hemos sido comprados a un alto precio. El Matrimonium ratum sellado en la cruz pasó a ser consummatum en la redención subjetiva. De ese modo el símbolo de la esposa pasó al Nuevo Testamento, pero con la diferencia que, a partir de entonces, es expresión adecuada de la alianza y relación de amor entre Cristo y la Iglesia y el alma de la persona en gracia; mientras que la “relación padre-hijo” es símbolo de esa misma actitud fundamental del amor, pero ante el Padre. No se olvide que aquí se trata siempre sólo de imágenes, de símbolos; no se permanezca demasiado tiempo adherido a ellos. Por otra parte, no se pase por alto lo que constituye el núcleo: una alianza de amor mutua.
Lo que era la circuncisión para el Antiguo Testamento es el bautismo para el Nuevo Testamento: la integración, la incorporación a la respectiva relación de alianza. Así pues todos los bautizados han sellado una alianza con el Señor. Fueron bautizados en su muerte y están asociados a él en esa muerte. Han de quedar inseparablemente unidos a él en una santa y misteriosa comunidad de ser, de vida y de amor; y en él y con él, integrados a su unidad de amor con el Padre en el Espíritu Santo.

(Texto extraído de Das Lebensgeheimnis Schönstatt, parte II, “Espiritualidad de alianza”, Patris Verlag Vallendar-Schönstatt, 1972 – Ver: Kentenich reader, Tomo 2: Estudiar al Fundador, Pág. 64/65 – Amor de Dios y Alianza de amor)

Comentario

El Padre Fundador nos muestra la estructura de la alianza en la historia de salvación con abundantes citas de las Sagradas Escrituras. El nos dice que la alianza de Dios no es sólo el sentido de la historia de salvación, sino que es también la forma fundamental de la misma. Dios permanece fiel a su plan, y lo que en el Antiguo Testamento se reveló en la historia de Adán, Noé, Abrahán y Moisés, llega a su consumación en el Nuevo Testamento con la encarnación de la segunda persona de la Trinidad. Son muchas las imágenes que nos trae el Padre Kentenich para hacernos más comprensible el misterio de las relaciones entre Dios y los hombres, el misterio de la alianza; pero hay una en la que se detiene con gusto: la imagen del esposo y de la esposa. San Pablo tomó también la idea del desposorio y la elaboró con esmero y cariño. Él llama a la comunidad de Corinto “esposa del Señor”, considerando que todos son miembros de Cristo. Nuestro Padre cita a San Pablo en la segunda Carta a los Corintios: “Tengo celos de ustedes, celos de Dios: porque los he prometido a un solo marido, Cristo, para presentarlos a él como virgen intacta.” Todas las almas, dice el Padre Fundador, pueden ser llamadas en sentido amplio “esposas de Cristo”. Vivimos totalmente de la alianza, de la comunión de amor y de vida con Cristo. Una alianza que se funda en la alianza bautismal. Es por ello que la alianza es el eje en torno del cual todo gira, en este mundo y en el más allá. Una alianza de amor mutua que da sentido a todos los acontecimientos y crisis de la historia, dice el Fundador.

miércoles, 17 de agosto de 2011

La alianza de amor y la historia de salvación


Texto del Padre Fundador

Quien a la luz de la Revelación repase los milenios de historia transcurridos, suscribirá con gusto la afirmación: “La alianza de Dios, la alianza de amor entre Dios y el pueblo, es el sentido, la forma, la fuerza y la norma fundamentales de toda la salvación, comenzando desde Adán hasta el momento cuando aparezca el Señor sobre las nubes del cielo, con gran poder y gloria, para juzgar vivos y muertos”.
El Apocalipsis describe con imágenes dramáticas el transcurso de la historia guiada por Dios. Pero también pinta vivamente su consumación, desvelando el sentido que entraña, el sentido que Dios ha puesto en ella: la plenitud de comunión de amor entre Dios y el ser humano, expuesta metafóricamente como las bodas del novio y de la novia. En el final de los tiempos ambos está ampliamente abiertos y receptivos el uno para el otro; ambos corren al encuentro con el clamor del anhelo a flor de labios: “¡Ven!” (Ap 22, 17). Se unen el uno con el otro y en el otro en una comunión de amor indisoluble: He aquí el destino último de todo el acontecer mundial y de todo destino. ……… La filosofía nos señala que la causa finalis determina la causa formalis. Con razón pues la alianza de amor, que en su plenitud representa el sentido de todo el acontecer mundial, ha de ser también forma fundamental de la historia de salvación en su totalidad y en cada una de sus partes. Vale decir que le da forma y figura de amor a cada acontecimiento: El amor lo preparó y lo envió, el amor lo enciende y profundiza, el amor posteriormente contribuirá a modelarlo y consumarlo con creatividad.

(Texto extraído de Das Lebensgeheimnis Schönstatt, parte II, “Espiritualidad de alianza”, Patris Verlag Vallendar-Schönstatt, 1972 – Ver: Kentenich reader, Tomo 2: Estudiar al Fundador, Pág. 61/62 – Amor de Dios y Alianza de amor)

Comentario

Nuestro Padre Fundador había asumido un gran desafío en los años previos al último Concilio. Con su Obra deseaba ofrecer a la Iglesia un camino para la necesaria renovación de la misma. No fue entendido, y como fruto de la Visitación Canónica que se produjo en los años cuarenta se vio obligado a marchar al destierro. Camino de Milwaukee (USA) tuvo la oportunidad de permanecer durante algunos meses en América del Sur. Allí, en 1952, escribió una larga carta al Prelado Joseph Schmitz para que fuera leída y estudiada por los círculos dirigentes del Movimiento. Su texto tiene una gran importancia para comprender la Obra de Schoenstatt. Sus reflexiones fueron de importancia para entonces, pero lo siguen siendo para el momento histórico actual de nuestro Movimiento y de la Iglesia, que busca incesantemente su lugar en el mundo de hoy. El Padre Kentenich muestra con su fundación los caminos que pueden resolver la problemática existente entre formas y espíritu, entre organización y vida. La lectura y el estudio de esta “Carta a José” sigue siendo importante para todos nosotros. A partir de este miércoles quiero destacar en estos textos algunos elementos importantes sobre los “fundamentos metafísicos de toda la Obra de Schoenstatt”, en especial sobre el tema de la “Alianza de amor”. En la carta citada encontrará el lector un texto clave sobre este tema tan fundamental para comprender y poder vivir en plenitud la espiritualidad que nos regaló el Padre Kentenich y la generación fundadora.

miércoles, 10 de agosto de 2011

El instinto del amor


Texto del Padre Fundador

El amor es la virtud más fácil de practicar. Naturalmente, el amor será la virtud más fácil de practicar sólo para aquel que sea capaz de percibir con mayor facilidad las interrelaciones profundas de las cosas. El instinto del amor es uno de los instintos primarios más esenciales de nuestra naturaleza humana. Dios ha creado nuestra naturaleza, ha permitido una determinada condición de nuestra naturaleza caída. Parte de esa condición humana es que en nuestra naturaleza el instinto del amor sea más fuerte que todos los demás, incluso más que el instinto del temor.
El instinto del amor se suscita con mayor intensidad cuando la persona se sabe, se siente y cree amada. En esos momentos debo tomar conciencia de que Dios derrama en plenitud sus misericordias sobre mí; en tales horas no habré de reparar sólo en mis miserias, porque entonces el amor sólo crecerá de forma indirecta, vale decir, lo hará a través de la humildad. En efecto, al fijarme en mis miserias y reconocer mi condición humana, tendré oportunidad de practicar la humildad, y por ella crecer indirectamente en el amor. El crecimiento directo del amor depende de la conciencia que tomemos de que nadamos en las misericordias de Dios. En este sentido se cuenta que Vicente Pallotti desmigajaba poco a poco el pan para recordar, bocado a bocado, que Dios le amaba.
Por otra parte, si el amor es la ley fundamental del mundo, también debe ser la ley fundamental de la educación. Si el primer mandamiento es el amor, la oración que Dios más escuchará será pues la petición por la cual le pedimos que nos ayude a cumplir con ese mandamiento.

(Tomado de la Plática número 3 de los Ejercicios Espirituales dictados por el Padre Kentenich en 1937 – Ver: “El hombre heroico – con la guía de San Ignacio y su método”, Págs. 102/103, Editorial Patris, Chile)

Comentario

A nuestro Padre Fundador le interesaba llevar a sus hijos no sólo al convencimiento de la verdad teológica de que Dios ha creado al mundo por amor, sino a la consecuencia pedagógica que todos nosotros debemos conformar nuestra existencia fundados en esa verdad. Sabiendo que todos nosotros andamos ocupados en darle forma a la vida, nos invitaba a no olvidar que este siglo necesita urgentemente hombres y mujeres santas, sacerdotes y laicos santos que estén marcados por un amor grande y ferviente. Para el Padre Kentenich el amor es lo esencial, lo decisivo. Por ello dedicó gran parte de su vida a educar a sus hijos e hijas en esta verdad y a conducirlos por este camino. El sabía que el amor presupone un conocimiento, pero decía también que el “amar está por encima del saber”. En este contexto citaba a San Francisco de Sales: “En esta vida terrenal el amor tiene su origen en el conocimiento de Dios, pero no su perfección ….. El conocimiento da nacimiento al amor, pero no le da la medida”. En los ‘Ejercicios’ de los cuales hemos sacado las últimas citas del Padre Kentenich, éste recordaba a los sacerdotes que le escuchaban, que con estos pensamientos se encontraban sintonizados con la doctrina y la vida de San Ignacio. En la anotación segunda de los Ejercicios ignacianos se dice: “Porque no el mucho saber harta y satisface al alma, mas el sentir y gustar de las cosas internamente”. El P. Kentenich lo resumía así: “Subordina todo al crecimiento del amor……. Procura que tu saber religioso posea las cualidades que hagan posible un sentir y gustar las cosas del amor”.

miércoles, 3 de agosto de 2011

El heroísmo del amor


Texto del Padre Fundador

¿Qué es lo que nos motiva a aspirar al heroísmo del amor? El hecho de que el amor sea la virtud más importante, fecunda, necesaria y fácil de cultivar. El amor es la virtud más importante porque es asumir, de la forma más perfecta, la más esencial perfección de Dios. Deus caritas est. Dios es, por esencia, amor. Recordemos los ejercicios de hace dos años sobre el tema de la perfecta alegría de vivir. En la segunda parte habíamos meditado sobre toda la vida desde el punto de vista de la ley fundamental y universal del amor. De ahí el Himno a la Caridad de la Sagrada Escritura: lo más grande es el amor (1 Cor 13). San Pablo nos recuerda que todas las virtudes son efectos del amor: el amor es humilde, manso, etc. También la fe y la esperanza están relacionadas con él. El amor todo lo cree, todo lo espera.
El amor es la virtud más fecunda. En este punto nos adentramos más profundamente en nuestro propio corazón, en nuestra propia vida. El amor es la virtud que desarrolla, con mayor energía y continuidad, una fuerza plasmadora y formadora. El amor es depositario, por esencia, de una fuerza unitiva y asemejadora. …….. El amor es la madre de todas las virtudes. ¡Amar! Ese es el objetivo en el cual poner la mira con mucha claridad y decisión. De todo esto se desprende, a modo de consecuencia, que el amor es la más necesaria de las virtudes. En primer término en razón de su fuerza asemejadora, que constituye a la vez uno de sus rasgos esenciales. ……….El amor es la virtud más necesaria también en razón de su fuerza unitiva. Es recién el amor, con su fuerza unitiva y a la vez asemejadora, el que genera un cambio y una purificación profunda en mí.

(Tomado de la Plática número 3 de los Ejercicios Espirituales dictados por el Padre Kentenich en 1937 – Ver: “El hombre heroico – con la guía de San Ignacio y su método”, Págs. 100/101, Editorial Patris, Chile)

Comentario

Amando a Dios y experimentando su amor nos asemejamos y nos unimos profundamente con Él. Es como una poderosa corriente de vida que nos une y mantiene vinculados continuamente a Dios, y en Él y con Él a los hombres. El Padre Kentenich nos anima a proyectar sobre nuestra afectividad estas verdades. Crecer en el convencimiento de que “Dios es padre, Dios es bueno, y bueno es todo lo que él hace” para poder decir con San Pablo que “todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios”. Ante los golpes que recibimos en la vida, esforzarnos por no echar mano siempre de una explicación práctica, sino vivir en el pleno convencimiento de que el amor divino es realmente la ley fundamental del mundo. Y para poder acceder a este convencimiento deberíamos cultivar en todo la virtud del amor. Amando se entiende el amor que se recibe, y aceptando ese amor es como nosotros podremos también amar. Reflexionando sobre el lema jesuita de “Omnia ad maiorem Dei gloriam” – todo para la mayor gloria de Dios - nuestro Fundador decía que “el amor es el comienzo, el medio y el fin”. El objetivo de Dios es la unión de amor con nosotros, por eso busquemos en todo que nuestra unión con Él sea también profunda, que cale hondo. Imploremos al Señor para que nuestro sentimiento ante la vida cambie, porque en el fondo todos estamos afectados por otra manera de vivir. Necesitamos saborear el amor de Dios, que se nos ha dado gratuitamente en su Hijo.