miércoles, 12 de octubre de 2011

María, corazón de la Iglesia

Texto del Padre Fundador

Qué les pareció lo que dijimos en estos días: la Madre de Dios no es solamente un elemento decorativo en el orden de la redención; no, no; es cierto que Ella no es el centro, pero ¡está en el centro! ¿Saben ustedes qué significa esto? Hoy en día se está gestando un mundo que busca una unidad completa y en una forma tal que hasta ahora jamás ha existido. El mundo ha perdido la unidad en Dios y en Cristo. Las fuerzas elementales del infierno están trabajando para crear un mundo sin Dios. Existe una unidad del mundo que es demoníaca y una que es mariana. La unidad del mundo proveniente del demonio hace progresos enormes. ¿Qué significa esto? Lo que estamos experimentando actualmente es la última manifestación de un tremendo orgullo humano. Este orgullo del hombre ha rebasado los límites dos veces: una vez, con la construcción de la torre de Babel que relata la Biblia, la segunda vez, hoy en día. El mundo quiere volver a construir una torre, una torre de unión contra Dios, sin Dios. Podemos estar seguros de que Dios descenderá en el momento preciso para confundir las lenguas tal como lo hizo en aquel entonces cuando se construyó la primera gran torre. Frente a eso, nuestra misión seguirá siendo la de crear una unidad mariana, una unidad católica orgánica. ¿En qué consiste la unidad católica? En que los pueblos vuelvan a congregarse en torno a Cristo, Cabeza de la creación y en torno a la Madre de Dios, corazón de la creación y de la Iglesia.

(Tomado de la decimotercera conferencia de la “Jornada de Octubre 1950”, 19 de octubre de 1950; editada como manuscrito para la Familia de Schoenstatt por nuestras Hermanas de María, Nuevo Schoenstatt, Argentina, Pág. 275-276)

Comentario

La observación sobre los acontecimientos que nuestro Fundador hacía al principio de la década de los cincuenta del siglo pasado sigue teniendo una actualidad impresionante. Es cierto que el mundo que hoy se gesta, busca una unidad y uniformidad “tal que hasta ahora jamás ha existido”. Y la misma se hace conscientemente dejando a Dios y a Cristo fuera del acontecer del mundo. (Ahí está, como botón de muestra, la decisión revolucionaria de la televisión pública británica, la BBC, de no usar la fórmula usual de las fechas el ‘antes de Cristo’ y ‘después de Cristo’ por una menos religiosa de antes y después de la ‘era común’). El periódico de la Santa Sede lo comenta como “una hipocresía anti-histórica y sin sentido”. Hipocresía y actitud que nosotros experimentamos todos los días y en todos los ámbitos de nuestra sociedad moderna. Los hijos del Padre Kentenich estamos invitados a nadar contra corriente y a construir una unidad en Cristo y María. El Padre Kentenich estaba convencido que nuestro amor a la Santísima Virgen y nuestra vinculación de corazón con Ella tiene el carácter de un exorcismo. Porque Ella, la mujer vestida de sol, y su descendencia, nosotros, aplastaremos la cabeza al demonio. Nosotros somos miembros de Cristo y con El descendientes de la Madre de Dios. Debemos vivir la esperanza de que “la descendencia de Cristo en mí le aplastará la cabeza al demonio”. Es por eso que el Padre Fundador nos pide demos a María la posición que le corresponde en nuestros corazones y vivamos siempre en permanente dependencia y amor a Ella.

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