miércoles, 6 de junio de 2012

El amor de Dios y la Divina Providencia


El amor de Dios resuelve el problema de la Providencia

La ley fundamental del mundo es el misterio divino del amor, del amor de Dios. Después de haber presentado, a grandes rasgos, ese misterio a fin de adentrarnos en él en forma lenta y orgánica con nuestros sentimientos y nuestra vida, debemos intentar ahora investigarlo con mayor profundidad.

Sospechamos, por cierto, que estamos tocando un problema cuya solución nos pone en condiciones de superar las mayores dificultades pastorales del tiempo actual. ¿Cuál es el problema que nos preocupa tanto hoy en la pastoral? ¿Estarán de acuerdo si les digo que se trata del problema de la Providencia? ¿Problema de la Providencia? Recordamos que Dios ha previsto desde toda la eternidad lo que sucede en el tiempo y lo ha integrado en sus grandes planes, en sus planes de redención del mundo. Y, ahora, nosotros decimos que todo lo que Dios ha ordenado de ese modo lo ha hecho por amor.

Amor de Dios. En efecto, como ley fundamental del mundo, el amor de Dios nos resuelve el profundo problema de la Providencia. Si nuestro pueblo, si nosotros mismos estuviésemos captados, de nuevo y en forma muy profunda, por la Providencia divina, por la entrega en el espíritu de infancia, por la entrega sin reservas a la Providencia divina en el espíritu de infancia, nada en absoluto podría desarmarnos en la profundidad de nuestra interioridad; recorreríamos con gran serenidad nuestro camino, no permitiríamos que nuestros nervios se irritaran en forma innecesaria; nuestra energía no estaría paralizada, no seríamos pesimistas. Es más: podría decir que, cuanto más se agita el oleaje en torno nuestro, con tanta mayor fuerza nos sentimos cobijados en el seno de Dios. Misterio del amor divino. ……………………….

Escuchen lo que pretendo, una y otra vez: las verdades que tanto destacamos están orientadas a inmunizar a nuestro pueblo contra los errores del tiempo actual. Cuanto más hagamos tomar conciencia al pueblo de que experimente la ley fundamental del mundo, tanto más lo haremos inmune a los errores, a las herejías, a formas de otro tipo. Por eso, es valioso que el sacerdote tenga siempre presente en su actividad este gran contexto. Entonces nunca estaremos solos, nunca nos cansaremos, siempre tendremos perspectivas en medio de las dificultades de la época. ¡No dejemos que las dificultades de la época crezcan por encima de nosotros, de modo que nos desplomemos ante ellas! No: cada uno puede ayudar en su propio círculo a superar el mundo, a superar la época. Sólo es preciso que tengamos una percepción, una seguridad instintiva para todo lo que ronda por la época.


(Tomado del libro "Las Fuentes de la Alegría", P. José Kentenich, Editorial Patris, Santiago/Chile, Págs. 251 y 252) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario