miércoles, 27 de marzo de 2013

Una Iglesia pobre, humilde y orientada al mundo


(Después de la elección del nuevo Papa, Francisco I,seguimos trayendo a la consideración de los lectores del Blog algunas reflexiones del Padre Kentenich (de los años 1965-1968) sobre la Iglesia después del último Concilio. Hoy continuamos con la publicación de los textos que iniciamos el miércoles, 13 de febrero de 2013.)

Una Iglesia fraternal, pobre y humilde

Una Iglesia fraternal (…). ¿Cuál era la imagen de la Iglesia en el pasado?
Una Iglesia enteramente autoritaria. Esto lo podemos decir ahora sin temor a que se nos contradiga: una Iglesia regida dictatorialmente (…). Sabemos cómo Juan XXIII se considera a sí mismo hermano de todos. Él quería ser hermano para que la Iglesia llegara a ser fraternal (…). De este modo, se da un quiebre con una Iglesia regida dictatorialmente. En su lugar, se acentúa el estar fraternalmente el uno junto al otro, el actuar en común, el actuar en conjunto de todo el pueblo de Dios (…).

La Iglesia, así nos lo ha dicho el concilio, debe ser cada día más y más una Iglesia pobre; una Iglesia que ama para sí misma la pobreza, que cada día toma más y más distancia de la pompa. Pero que a la vez es amiga de los pobres, que no busca constantemente ni mendiga la benevolencia y complacencia del Estado.

Una Iglesia humilde (…) que confiese la propia culpa y tenga el valor de pedir perdón. Una Iglesia, por lo tanto, enteramente diferente a la que habíamos conocido con anterioridad. Pensemos en el actual Santo Padre (Pablo VI). Uno de sus actos más significativos ha sido pedir perdón a otras religiones por cuanto la Iglesia pudo haber hecho mal respecto a ellas en los siglos pasados. ¡Una confesión de pecado! (…).

Una iglesia orientada al mundo

Hemos destacado cómo la Iglesia peregrina se caracteriza también por su marcada orientación al mundo (…). De acuerdo a lo que se nos enseñó, especialmente tratándose de la generación más antigua, estábamos acostumbrados a la siguiente formulación: el hombre está en la tierra para salvar su alma. El orden de la salvación era visto en forma extraordinariamente individualista. Se trataba, por lo tanto, de una relación individual con Dios.

Hoy, en cambio, se acentúa más lo social o la orientación al mundo. Naturalmente, no debemos pasar por encima el hecho de que la antigua forma de pensar no se hubiese preocupado y esforzado también por la salvación de todo el mundo. Pero se partía más bien del pensamiento: si cada uno se esfuerza por la salvación de su alma, en último término tendremos la salvación de todos. Hoy día constatamos una diferencia. Ya no está el yo en primer plano. Esto no quiere decir que no deba ser tomado en cuenta; sólo digo, que no está tanto en primer plano; más bien lo está la comunidad de los santos y el impulso hacia el mundo (…). La Iglesia quiere poner en forma más vigorosa primariamente el "nosotros" en primer plano; primero la comunidad, y luego el individuo como miembro de la comunidad (…).

La Iglesia debe ser, tal como en el cristianismo primitivo —y como siempre debiera haberlo sido— alma de la cultura, alma de todo el mundo actual. Se debe vencer la separación entre Iglesia y cultura, entre Iglesia y mundo. La Iglesia debe llegar a ser alma de toda esta cultura actual, tan convulsionada y mundana; de esta naturaleza tan influenciada por la acción del demonio (…).

¿Qué significa el imperativo: "Id por todo el mundo"? Significa dinamismo en toda su amplitud (…). No proclamamos una huida del mundo, tampoco un mundanismo o una avidez por el mundo; no nos contentamos con vencer al mundo, sino queremos que la Iglesia penetre el mundo. Debe impregnarlo hasta llegar a ser alma del mundo

miércoles, 20 de marzo de 2013

Iglesia peregrina


(Ante el anuncio de la renuncia del Papa Benedicto XVI,y después de la elección del nuevo Papa, Francisco I,seguimos trayendo a la consideración de los lectores del Blog algunas reflexiones del Padre Kentenich (de los años 1965-1968) sobre la Iglesia después del último Concilio. Hoy continuamos con la publicación de los textos que iniciamos el miércoles, 13 de febrero de 2013.)


Una Iglesia peregrina. Podemos aplicar algo semejante a lo dicho a una segunda expresión: pueblo de Dios-Iglesia peregrina (…). ¿Qué se quiere decir con la expresión "Iglesia peregrina"? Cuando hablamos de peregrinación nos referimos a una imagen peculiar de la Iglesia, que está constantemente en movimiento, peregrinando. Nuevamente encontramos la contraposición entre una Iglesia tal como se la veía en el pasado, enteramente aislada, y ahora una Iglesia que peregrina. Antes, una Iglesia sedentaria; ahora, peregrinando, siempre en movimiento (…).

Toda nuestra vida no es otra cosa que una gran peregrinación. Somos una Iglesia que se encuentra constantemente en camino (…). ¿Cuál es su meta? Nuestro camino se inicia en Dios y va hacia Dios. Venimos a este mundo partiendo de Dios y regresamos nuevamente hacia Él. Una gran peregrinación de Dios a través del mundo. Si queremos llenar nuevamente de contenido la expresión "Iglesia peregrina", en contraposición a la concepción anterior, debemos decir que el polo opuesto a la Iglesia peregrina es la Iglesia instalada, inconmovible, que en general ha olvidado ponerse en movimiento y emprender una lucha y una cruzada victoriosa.

¿Cuáles son las características de la Iglesia instalada? (…).

En primer lugar, es una Iglesia orientada hacia lo exterior-jurídico, que no desea ser perturbada ni desde dentro ni desde fuera. Por eso, todo lo determina en forma jurídica. La Iglesia instalada ve su seguridad en el apego esclavizante a las determinaciones jurídicas. Evidentemente con esto no queremos decir que una Iglesia instalada deba ser reemplazada por una Iglesia peregrina en la cual no existan obligaciones jurídicas (…). Como comunidad no podemos existir sin obligaciones y sin leyes. Por lo tanto, lo que se desea es encontrar el justo medio; y considerar que se trata de acentuaciones (…). La Iglesia instalada quiere asegurar su existencia por medio de un ejército de determinaciones legales (…).

En segundo lugar, la Iglesia instalada está condicionada a que le vaya bien, a que exista suficiente de comer y de beber. Esto no quiere decir que la Iglesia peregrina deba prescindir de ello. Lo central en esto es dónde se pone el acento. En la Iglesia instalada, todo tiene que estar firme y asegurado de manera burguesa (…). Quiero estar bien aquí en la tierra, en la Iglesia instalada, y quisiera también estar bien allá arriba en el cielo.
¿Comprenden lo que queremos decir con todo esto?

Según esta concepción, cualquier tipo de audacia es sofocada. Quisiera destacar esto en forma crasa, aún con mayor claridad: en una Iglesia instalada, con el tiempo, la fe se vuelve anémica. ¿Por qué? Porque en un estilo de vida burgués, y también en una vida religiosa burguesa, la fe pierde un rasgo que le es esencial: el riesgo. En una Iglesia instalada, no arriesgo nada, no me atrevo a renunciar a este o a aquel bien burgués cuando la fe y el espíritu de Dios me piden esto o aquello. No me arriesgo a vivir el espíritu del cristianismo; me siento feliz cuando las obligaciones jurídicas son mantenidas a toda costa.

Hoy día nos quejamos por todas partes de que la fe se ha vuelto extraordinariamente anémica, y buscamos las causas para explicar este fenómeno. Aquí tenemos una causa relevante: la fe que cultivamos durante siglos era una fe "plana", anémica, que había perdido la costumbre de asumir riesgos (…).

Cuando los apoyos humanos desaparecen, quedamos como en el aire. Sólo nos resta dejarnos caer en las manos de Dios. En esos momentos estamos obligados a renunciar a todo o a volver a nuestro aburguesado estado de satisfacción. Lo anterior no quiere decir que antes no hayan existido riesgos. Pero, en último término, el riesgo verdadero consiste en que, aunque humanamente no tengamos nada en qué apoyarnos, confiamos en que lograremos lo que esperamos. En este contexto podemos comprender qué gran tarea plantea el concilio a la Iglesia actual. En este sentido, el obispo de Maguncia usa con gusto una frase que creo nos viene bien a todos nosotros: "el concilio le ha hecho difícil ser católico al católico actual" (…). Se nos ha hecho difícil el ser auténticamente católicos. Se nos ha hecho difícil la fe, especialmente en un mundo en el que los católicos, en particular, tienen o bien se les concede verdaderamente muy poca influencia; sí, en el que no es ningún honor especial ser católico, particularmente ser sacerdote. ¿Ven ustedes? El Padre Dios nos ha dificultado las cosas. Es más difícil que en los años pasados. Debiéramos estar agradecidos y casi pedir que nos sea difícil ser católicos (…). Si Él no nos lo hace difícil, más tarde tendremos mayores dificultades en nuestra labor apostólica para lograr infundir en otros la actitud de riesgo (…). Tenemos que dar el salto de la fe, simplemente tenemos que entregarnos sin reservas a la conducción divina (…).

miércoles, 13 de marzo de 2013

Iglesia, familia de Dios


(Ante el anuncio de la renuncia del Papa Benedicto XVI, el autor de este Blog quiere traer a la consideración de los lectores del mismo algunas reflexiones del Padre Kentenich (de los años 1965-1968) sobre la Iglesia después del último Concilio. Hoy continuamos con la publicación de los textos que iniciamos el miércoles, 13 de febrero de 2013.)

¡Familia de Dios! En una familia de Dios no existe una obediencia militar sino una obediencia familiar. Deberíamos consultar, en este contexto, las constituciones de nuestras Hermanas de María. Allí encontrarán exactamente esta formulación: conocemos en nuestra Familia, justamente porque somos familia, sólo una obediencia familiar. A su esencia pertenece, en primer lugar, una gran dosis de corresponsabilidad y, luego, de franqueza. Lo propio de una obediencia familiar es una profunda y amplia corresponsabilidad.
No se trata aquí simplemente de matices o de juegos de palabras. Recuerden lo que hablábamos acerca del orden social y de pluralismo. ¡Cuán importante es la corresponsabilidad —también respecto a lo religioso— en un orden social pluralista! Tal como en una familia, no solamente responsabilidad por el puesto que tengo, ni sólo responsabilidad frente a mí mismo. Debemos superar al hombre masa. No queremos un rebaño. La familia no conoce el tropel. La familia conoce personas. Para mí siempre fue motivo de orgullo educar a hombres que poseyesen una originalidad personal (…).

Si no logramos educar hombres que sepan decidir por sí mismos y que, a partir de esa autoeducación, sean capaces de realizar con vigor lo decidido, humanamente hablando nos encontraremos desvalidos ante el mundo moderno: doblemente si miramos al campo contrario. Pensemos, por ejemplo, en el bolchevismo y en todo lo que posee un ropaje semejante; allí la personalidad es barrida por la obediencia. En cambio, una obediencia sana, familiar, no suprime la personalidad; al contrario, crea personalidades. Personalidades que saben unir la obligación, la obediencia y la libertad (…).

Ahora bien, para no quedarme demasiado en lo teórico, quiero relatarles lo que he prometido recientemente al obispo de Maguncia, a mi obispo. Mientras se encontraba en Roma (a causa de las sesiones conciliares) congregó a su cabildo acogiéndome en forma oficial y solemne en el clero de su diócesis. Al terminar expresé también mi "promitto". ¿Qué quería decir con mi "adsum"? En el nombre de toda la Familia de Schoenstatt, de la diócesis de Münster, y en cierto sentido en nombre de toda la Familia, le prometía que nosotros queríamos esmerarnos para que la diócesis llegara a ser, en el sentido eclesial, verdaderamente una familia. Con ello se señalaba una gran tarea con la cual debemos cooperar en todas las diócesis en las que nos encontremos. Una familia es impensable sin un pater familias. Con ello expresamos nuestra protesta contra una cierta concepción moderna (…). Hoy sólo se habla de compañerismo o fraternidad. Frente a esta concepción, nosotros sostenemos, en forma sobria, firme, clara y decidida que no hay fraternidad sin paternidad (…).

Por otra parte, se sostiene que la Iglesia no puede ser considerada actualmente como una familia por el hecho de que sus miembros son muchos. Familia —se afirma— sólo es posible allí donde el número de los miembros es reducido. Sin embargo, se deja de ver algo que se puede observar en el orden natural. No sólo hay familias pequeñas: existe también la gran familia, la que está compuesta de pequeñas familias. Podemos comprender lo que esto significa para nosotros. En primer lugar que la diócesis representa una familia que tiene a su cabeza un paterfamilias; en segundo lugar, que esto es condición para que la Iglesia en su totalidad sea una familia. Pequeñas familias constituyen una gran familia. Pero la diócesis es demasiado grande (…). Nuevamente, si ustedes no presuponen un número considerable de pequeñas familias —éstas pueden ser familias en el orden natural o comunidades cristianas de carácter familiar— entonces el carácter familiar de la Iglesia no está suficientemente asegurado (…).

miércoles, 6 de marzo de 2013

Iglesia, pueblo de Dios


(Ante el anuncio de la renuncia del Papa Benedicto XVI, el autor de este Blog quiere traer a la consideración de los lectores del mismo algunas reflexiones del Padre Kentenich (de los años 1965-1968) sobre la Iglesia después del último Concilio. Hoy continuamos con la publicación de los textos que iniciamos el miércoles, 13 de febrero de 2013.)

Nuevamente surge la pregunta: ¿cómo se autodefine la Iglesia? Primero, como pueblo de Dios. El uso de esta expresión de inmediato manifiesta la oposición a una Iglesia concebida básicamente con un carácter marcadamente jerárquico o conducida dictatorialmente. También en esto percibimos la reacción pendular propia de las corrientes culturales, que se puede comprobar en el ámbito eclesial. "Pueblo de Dios": en esto está presente, de alguna manera, la consigna: "Que descienda la Jerarquía". ¿Hasta dónde? Al mismo nivel del pueblo. Se debe romper esa fuerte oposición entre el que gobierna y los dirigidos. Por eso se dice: "Todos estamos al mismo nivel". Los obispos, también el Papa, todos pertenecen al pueblo de Dios. Naturalmente nos podemos imaginar que en esto se haga presente una concepción no esclarecida que lleva a decir: "Todo el que destaque sobre el pueblo de Dios, es decir, el que asuma un lugar especial en el pueblo de Dios, debe ser segado, no debe existir. Los obispos están a un mismo nivel que nosotros en el pueblo de Dios. Derechos especiales, derechos de la Jerarquía, que Dios haya concedido a la Iglesia, son cuentos del pasado: ¡Todos tenemos el mismo derecho!".

Podemos constatar, de este modo, cómo el rasgo democrático que debe existir en la Iglesia se convierte en un democratismo que tiende a invadirlo todo (…). Hoy se habla de "ser compañeros", de fraternidad. Todo esto es verdadero y correcto en sí; sin embargo, está marcado por la misma tendencia: un cierto igualitarismo.

Consideremos nuevamente esto según la concepción orgánica. De acuerdo a ésta, a cada miembro le está reservado el lugar que le corresponde en el organismo total. Debemos acabar con ese mecanicismo que todo lo extrapola. Podemos marcar diversas acentuaciones: un día más de esto, mañana más de lo otro. Si no actuamos orgánicamente, seremos constantemente arrastrados por el oleaje de la vida, y, en último término, llegaremos a la conclusión de que todo ha sido un simple juego. Lo que ayer alabábamos y adorábamos, ahora es quemado. Y mañana, nuevamente exaltado. Por eso, es preciso mantener una línea clara (…).

Cuando hablamos de "ser compañeros" —y como hemos dicho, la expresión se justifica especialmente en contraste con el autoritarismo propio del pasado— lo hacemos pensando en la "paternidad", tal como la concebimos nosotros. Esta siempre implica una gran cuota de cercanía, mayor aún que si hablásemos sólo de "ser compañeros" (…). Si al tener un puesto de responsabilidad yo me considero como el señor y dueño y miro a los otros como sirvientes, no puedo hablar de paternidad. Por paternidad entendemos más bien una fuerza creadora (…). Paternidad espiritual es fuerza que gesta; una fuerza de gestación espiritual (…). ¿Qué quiere decir "engendrar"? "Productio viventis a principio ciuncto in similitudinem naturae" (la producción de un ser viviente a partir de un principio viviente unido a él, semejante en su naturaleza al que lo produjo). Una frase erudita llena de contenido. No sé si en su tiempo Alban Stolz, al explicar su concepto de educación, pensó en esta frase de Boecio. En todo caso, como él explica y define la educación, vierte en ella en forma sencilla y popular lo que enseña Boecio. Educar consiste para él en "mantener un vivo contacto". Un contacto vital (entre el educador y el educando).

Cuando actúo como educador, quiero transmitir creadoramente mi vida a quien tengo ante mí. Pero ésta no es una acción unilateral. Se trata de mantener un contacto vivo; la vida que poseo y que brota de mí quiere ser traspasada al otro. Pero no sólo yo salgo al encuentro de la persona que tengo ante mí, sino que ella también sale a mi encuentro. Yo despierto vida, vida que es original, y yo asumo esa vida en mi propia persona.

Por lo tanto, no sólo soy yo quien engendro. El que está ante mí también realiza un acto creador. No consideremos la educación como un negocio indigno. Lo repito nuevamente: el que está ante mí también ejerce la acción de engendrar vida respecto a mi persona, tal como yo frente a él, e incluso tal vez en forma mucho más vigorosa que yo.

No piensen que al decir esto abogo por una humildad mal entendida. Ustedes mismos tienen que hacer la prueba en la vida (…). Si no asumo la corriente de vida que brota del otro, si no la incorporo en mi corriente de vida, no se logra generar una fuerza creadora, no se produce la acción de engendrar. La persona que está ante mí es un ser espiritual vivo, y éste no sólo se deja formar por otro: a su vez también quiere actuar creadoramente.

Se trata de un proceso vital singular, de un proceso vital misterioso. Es propio de la paternidad recoger por todas partes la vida. La paternidad no consiste únicamente en actuar engendrando sino también en ser formado uno mismo por esa acción de engendrar (…). Este proceso, en definitiva, llega a establecer una profunda y real comunidad de vida. Otro modo de actuar (relación señor-sirviente) puede ser que represente una sociedad, que engendre esclavos, pero de ninguna manera seres humanos ennoblecidos en su naturaleza.

En el fondo, mantener ese contacto vital es propiamente lo que hoy se quiere con la expresión "ser compañeros". El concepto de "compañero" es una protesta ante una falsa concepción de paternidad o de "dominatio", ante la dictadura o como se quiera llamar (…).

¿Qué queremos ser? ¿Qué quiere el Padre Dios? Él quiere congregarnos en un pueblo suyo. Pero escuchen bien: ¡Pueblo de Dios! Por lo tanto, Dios es el Padre, nuestro Padre común. Todos tenemos derecho a rezar el Padrenuestro, sea que me llame Papa, obispo o jardinero, o lo que sea. Todos somos pueblo de Dios. Pertenecemos al Dios vivo y eterno. Podemos comprender fácilmente que la expresión "pueblo de Dios" carece de sentido para una persona o sociedad que desconoce la paternidad, especialmente si ya no tiene sentido de Dios. Si descartamos a Dios, estas definiciones no sirven de nada (…). En cambio, si mantenemos la visión de conjunto y tenemos ante nuestros ojos aquellas verdades centrales, entonces esas expresiones se llenan de contenido, no se gastan ni se reducen a puras formas, o a fórmulas carentes de contenido. ¡Pueblo de Dios, hijos de Dios! Nosotros hemos usado la expresión "familia de Dios" para expresar este concepto (…).