miércoles, 31 de julio de 2013

La meditación de la vida: tres preguntas claves


Si quieren considerar ahora el tipo más sencillo de meditación, se trata, como saben, de tres preguntas.
• En primer lugar: ¿qué quiere decirme Dios a través de aquello que ahora he reconocido con mayor claridad? Eso mismo quiero elaborarlo de nuevo interiormente. ¿Qué me quiere decir Dios con ello?

• En segundo lugar: ¿qué debo decirme a mí mismo? Se trata de una suerte de examen de conciencia: ¿cómo he comprendido esta verdad en lo que va de mi vida? ¿Cómo la he aprovechado? ¿Cómo la he aplicado?

• Y finalmente, la tercera pregunta: ¿qué le digo a Dios? Y esto es ahora lo principal: que aprendamos a hablar con Dios, que cultivemos una vida más profunda e interior, una comunión de a dos con Dios.

Éste es, de suyo, el sentido de la meditación. O, si ustedes quieren, la meditación tiene que ser una escuela de amor. Por eso la pregunta: ¿qué respondo a Dios? ¿Cuál puede ser la respuesta? Puede ser un acto de agradecimiento. Le agradezco lo que he descubierto. Puede ser también un acto de arrepentimiento; puede ser también un propósito; puede ser una petición. Ahora bien, no se trata de hacer una meditación muy metódica, sino tan sencilla y natural, como les resulte.
Si ustedes prefieren otro método de meditación, entonces, deben practicarlo. Pero deben tener presente que, lo más importante, no es el escuchar sino la elaboración interior autónoma, la elaboración vital y llena de amor.

(Texto tomado de: "Desiderio Desideravi", 1963.  Ver libro “Dios presente”, Editorial Nueva Patris, Chile, 2007)

miércoles, 24 de julio de 2013

La meditación de la vida

La metodología de la fe practica en la Providencia

Nota previa del editor del libro “Dios presente”, P. Rafael Fernández, Santiago/Chile:

Guiarse por la fe práctica en la divina Providencia, descubrir las puertas que ella nos abre, escuchando la voz del tiempo, del alma y del ser, comprobar que hemos acertado o no en nuestras opciones, requiere oración.

Por la oración y la meditación, entramos en contacto con el Dios de la vida, de nuestra vida. Por la oración, logramos "sintonizar" con el querer de Dios. El padre Kentenich nos entregó, en este sentido, un método particular de oración, a saber: la "meditación de la vida". Por la práctica de este modo de oración meditativa, entramos en comunión con el Dios de la vida y buscamos discernir cuál es su voluntad.

La "meditación de la vida" es un modo de meditar propio del padre Kentenich, distinto al benedictino o monacal, que consiste especialmente en meditar la Palabra del Dios en la Sagrada Escritura, (la Lectio Divina), y a otros métodos tales como el ignaciano, el carmelitano o el de la escuela francesa (Olier). Existe una semejanza entre el método que él propone y "la revisión de vida", que surgió en el siglo pasado y que ha ayudado a muchas personas a buscar la presencia de Dios en los acontecimientos o "hechos de vida"........... (Ver libro citado,páginas 327 y siguientes)


TEXTOS DEL PADRE KENTENICH:


Comulgar con el Dios de la vida

Texto tomado de: "Josefbrief", 1952.

La fe en la Providencia se ha probado entre nosotros, durante los años transcurridos, como una gran potencia de primer orden.
Se ha mostrado como una capacidad, como un órgano, y hasta como un instinto, que no sólo regala una seguridad instintiva para lo divino, sino que, también, como un ansia santa, insaciable, que ha visto y buscado, tomado y abrazado al Dios de la vida, en la cúspide de todas las cosas y de todos los acontecimientos —tanto de los más grandes cuanto de los más pequeños, de los más significativos cuanto de los más insignificantes, de los más ruidosos cuanto de los más silenciosos— a fin de celebrar constante comunión con la voluntad divina, de llevar a cabo la consagración del momento o bien de padecer el martirio de la fe en la Providencia.

Revisar y saborear

Texto tomado de: "Patres Exerzitien", 1967.

Nuestro método preferido de meditación consiste en revisar y saborear, en revisar y pos-gustar lo pasado. De suyo, esto debiera ser, entre nosotros, una actitud permanente, un hábito. A partir de cada realidad, por más ínfima que ésta sea, debemos saber ascender hacia el corazón misericordioso y bondadoso de Dios Padre. Mientras esto no se haya convertido para nosotros en una segunda naturaleza, queremos ejercitarnos en ello una y otra vez, hasta lograrlo.
Queremos ingresar en la escuela de amor, de la oración interior. No estamos limitados solamente por esta forma de meditación. No, podemos aplicar también todos los otros métodos de meditación. Pero dada la importancia que reviste introducir al Dios de la vida en nuestra vida, encontrarnos con el Dios de la vida en nuestra vida y responderle a partir de nuestra vida, entonces, pienso que, por un cierto período, debiese ser nuevamente nuestra ocupación predilecta revisar y descubrir, en el tiempo dedicado a la meditación, dónde Dios nos salió al encuentro en el día recién pasado.

En medio de la maraña

Texto tomado de: "Wektagsheiligkeit", 1937.

Hay quienes piensan que la oración meditativa está reservada para los sacerdotes y religiosos. Los laicos, y más aún los simples obreros, no serían capaces de ello ni estarían tampoco llamados a ello. Sin embargo, éste es un gran error. No solamente hay santos de la vida diaria tras los muros conventuales, no solamente los hay vestidos con el hábito religioso, sino también, y principalmente, en vestiduras seculares, en medio de la maraña y de las luchas de la vida cotidiana. Se los encuentra en todas las vocaciones y estados de vida.

Pregustar y pos-gustar

Texto tomado de: "Exerzitien für Schoenstattpriester in der Marienau", 1966.

Me permito traer a la memoria el método de meditación que hemos elaborado a lo largo de décadas. Preferimos, como materia de nuestra meditación, el día que acaba de transcurrir o el que está por comenzar.
Pos-gustar y posvivenciar el día que acaba de transcurrir.
Pregustar y pre-vivenciar el día que está por comenzar.

Este método debería ser una suerte de patente de nuestra comunidad como Instituto Secular. Todo depende de esto: estar en el mundo y hacer que las cosas de este mundo nos conduzcan hacia lo alto. Esta es nuestra espiritualidad específica del día de trabajo, la espiritualidad que se vive en medio del mundo. Los estímulos que nos llegan de las criaturas nos atraen, nos encienden… pero, en definitiva, todo lo queremos hacer para Dios. Se trata de un pensamiento extraordinariamente hermoso: todo lo creado puede encender mi corazón: una figura femenina, un bien terreno, una idea, etc. Todo ello puede encenderme, pero en mi actuar, todo debo hacerlo, en último término, ordenado a lo divino. Aquí radica, expresándolo más filosóficamente, la importante tarea de hacer que la función de estímulo que las criaturas ejercen sobre nosotros, desemboque en la función de traspaso.

(Textos del Padre Kentenich tomados del libro “Dios presente” Recopilación de textos sobre la Divina Providencia, Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile, 2007)


miércoles, 17 de julio de 2013

La Sagrada Escritura, mi libro predilecto


La biblia, la naturaleza y la vida

Tres libros se me presentan y me invitan a una lectura constante: el libro de la naturaleza, la Sagrada Escritura y el libro de mi propia vida.

Avanzo por la naturaleza en primavera, verano, otoño e invierno. Por todos lados descubro huellas de su magnificencia, de su poder y de su bondad. Todo lo grande y hermoso que me salga al paso, dondequiera que yo esté, hace resonar, una y otra vez, esta exclamación de alegría: ¡Así es mi Padre! Detrás de todo está el Dios de la vida. Ese es el Padre Dios de quien me gusta depender. Queremos ser hombres del más allá y no permanecer solamente como hombres del más acá. Queremos profundizar constantemente, en todo, nuestra dependencia del Dios de la vida, del Padre Dios y así ascender hasta él constantemente. Sursum corda! (¡Arriba los corazones!). No sólo contemplarlo en su existencia, sino también haciendo cada vez más nuestra su imagen.

La Sagrada Escritura, mi libro predilecto

¡Cuántas cosas del Padre nos cuenta el Señor! ¡Cuánto nos relata el Antiguo Testamento de las magnificencias del Padre! Debo conocer al Padre, por eso la Sagrada Escritura debe ser mi libro predilecto. Debo conocerlo para poder amarlo. Por un amor filial hacer de ese libro que él, por así decirlo, dictó a los escritores inspirados, mi libro predilecto. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Unigénito para que todos los que en él crean no se pierdan, sino que alcancen la vida eterna. ¡Qué amor más grande!

Y, nuevamente, podemos decir que si él nos entregó a su Hijo, el regalo más grande que podía darnos —¿no nos dio todo en su Hijo?— ¿nos querrá dar también entonces las cosas de un orden inferior? ¡Si pudiéramos medir todo lo que Dios da! La cruz y el dolor parecen desmoralizar nuestra naturaleza. Pero, porque viene del Padre, sin lugar a dudas, está pensado para mí como lo mejor. Es necesario encender un fuego contrapuesto de la pradera, de lo contrario, muchas veces nos quebraremos ante las exigencias, las aristas y ángulos de la vida diaria. La naturaleza como tal, muchas veces, no experimenta en forma inmediata el amor del Padre, sino sólo lo áspero en él. Sólo el espíritu de fe puede cavar más hondo. Detrás de toda la miseria debemos ver a Aquel que quiere guiarlo todo para nuestro bien.

Aquí tenemos el segundo libro que nos descubre más y más los rasgos del Padre celestial. Debo, pues, estudiar este libro.

El libro de la propia vida. Veamos la misericordia de Dios en nuestra vida. Quiero entregarles esto como un bien permanente con el que siempre cuenten: la apertura del corazón frente a todas las misericordias del Dios en mi pequeña vida. Muy a menudo el Dios del amor me habla a través de los diversos acontecimientos, pero yo no lo escucho. Con san Agustín decimos: Tú estás junto a mí y en mí. Tú me llamas constantemente, pero yo no te escucho, estoy siempre en el mercado de la vida. Por eso se desdibuja la imagen de Dios en mí.

Cuanto menos se constituya el mundo en torno a nosotros como si fuese Causa Primera, tanto más conscientemente viviré mi dependencia de hijo frente al Padre. Recordemos esa antigua afirmación que habla del frío cósmico y antropológico. El cosmos ha llegado a ser como un bloque de hielo porque, en el pensar, vivir y amar de los hombres, se ha separado del Dios de la vida. El frío cósmico debe volver a ser fuego, calor de ebullición, un fuego cósmico ardiente. Deum quaerere, invenire, diligere in omnibus rebus et hominibus. "Nada ocurre porque sí, todo viene de la bondad de Dios". Y "lo que él quiere y lo que hace, es para salvación y bien eternos".

Miramos una vez más la imagen del Señor. ¿Cómo nos expresa él, en particular, esta dependencia del Padre?".

(Textos tomados de: "Kampf um die wahre Freiheit", 1946. Ver libro „Dios presente“ Recopilación de textos sobre la Divina Providencia, Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile, 2007, Págs. 307/309)

miércoles, 10 de julio de 2013

Las voces del ser


El orden objetivo del ser
Texto tomado de: "Ehepädagogische Tagung", 1933.

El orden objetivo del ser, tanto en lo natural como en lo sobrenatural, es y debe ser norma también para nuestra forma de vida. Aquí tienen ustedes un principio que impregna toda la dogmática, la moral y la pedagogía…
El indicativo del ser debe llegar a ser el imperativo del deber ser. Su descuido es pecado. O sea: el lenguaje suave, mudo, del orden del ser ha de convertirse para nosotros en un sonoro deber comprometedor. O también, en otras palabras, debo llegar a ser lo que realmente soy.
Cuando trato un objeto en la forma correspondiente a su estructura de ser, cumplo la voluntad de Dios… Si me comporto frente a las cosas de una manera contraria a su sentido natural inmanente y a su estructura de ser, entonces cometo pecado. Dios expresa, a través de sus obras, no sólo sus pensamientos sino también su voluntad.
 

La estructura de ser de las cosas
Texto tomado de: "Marianische Werkzeugsfrömmigkeit", 1944.

Desde siempre ha jugado entre nosotros un papel especial la estructura de ser de las cosas. Continuamente nos hemos preocupado de interrogar e interrogamos acerca de los deseos y de la voluntad de Dios. Hacia esta fuente de conocimiento apunta aquella gran ley que, como un hilo rojo fácilmente reconocible, recorre nuestra santificación de la vida diaria, nuestras costumbres y nuestra pedagogía: ordo essendi est ordo agendi. El orden objetivo de ser es la norma, hasta en los últimos detalles, para nuestro orden total de vida. Y en esto, partimos del pensamiento de que las cosas creadas no sólo son ideas de Dios encarnadas, sino también deseos de Dios. Si concebimos cada cosa creada como una palabra de Dios y sobre Dios, entonces todas las cosas creadas, tanto las naturales como las sobrenaturales, pueden considerarse como un gran álbum de imágenes de Dios, como un libro de lectura sobre él, como una enseñanza viva de Dios, que rara vez nos abandona en nuestra búsqueda de los deseos divinos.
Este pensamiento era sumamente familiar a san Pablo. Por eso denuncia seria y amargamente, a los paganos que se habían fabricado falsos ídolos y llevaban una vida licenciosa. Declara culpable su actuar y su proceder porque, a partir de la creación visible de Dios, ellos debieran haber reconocido sus mandamientos y deseos (cf Rom 1,18-32).

No hay que extrañarse de que, en los tiempos actuales, esta fuente de conocimiento esté cegada para amplios sectores. Donde todo está orientado al movimiento, al dinamismo, a la vida, ya no se tiene sentido para el ser y la estructura de ser de las cosas. Así, es posible que, hasta en círculos católicos, debido a la gran confusión de conceptos y a la multiforme inseguridad de la vida y de sus formas, haya caído en olvido el dejarse orientar, sin vacilaciones, por esta estructura del ser.

Nunca nos hemos cansado de interrogarla; tuvimos que hacerlo, entre otras cosas, también porque, como Familia, hemos contraído sólo los vínculos obligatorios que eran realmente necesarios. Por eso, estábamos especialmente condicionados a adecuar nuestro actuar, nuestras constituciones y costumbres, a esta estructura del ser, hasta en sus ramificaciones más finas.

 

miércoles, 3 de julio de 2013

Las voces del alma


Comentario previo del P. Rafael Fernández deA., en el libro "Dios presente", Pág. 299:
El Dios de la vida, que nos muestra puertas abiertas (o cerradas) a través de las "voces del tiempo" y en la historia, también nos "habla" en el interior de nuestro ser por medio de las mociones del Espíritu Santo que habita en nosotros. Esas voces requieren ciertamente un discernimiento, pues también, en nuestra alma, nos "hablan" los instintos desordenados.
En nuestro interior escuchamos diversas "voces". Éstas pueden ser voces (mociones, impulsos) que brotan de nuestra naturaleza o del Espíritu de Dios en nosotros, o bien, que provienen del demonio.
De allí que cada persona deba realizar lo que se denomina un "discernimiento de los espíritus" (discretio spirituum). Los criterios que guían este discernimiento tradicionalmente son los siguientes:
1. Desprenderse de la voluntad propia (egoísta), en el sentido de lo que san Ignacio llama "santa indiferencia", para estar así abiertos a lo que Dios nos pida.
2. La voz de lo que nos dice el alma debe ser algo bueno en sí mismo, en su finalidad y en los medios que se utiliza para conseguir esa finalidad.
3. Debe ser también bueno en cuanto a los efectos que se deduzcan. En este sentido, los efectos que se sigan, para la persona misma que toma la decisión, deben ser de paz y serenidad.

Si la decisión no responde a estos requisitos, quiere decir que, la "voz" que nos habla, puede ser producto de nuestra naturaleza enferma, herida por el pecado original y personal, o bien una inspiración del demonio que actúa, indirecta o directamente, en nuestro interior.
En este proceso, debe estar siempre presente la oración y, en el mismo sentido, la acción del Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones.
Si se trata de un discernimiento, especialmente difícil, se recomienda consultar a una persona que nos dé confianza por su sabiduría, experiencia y espíritu sobrenatural.

 
Las mociones del Espíritu Santo  (texto del Padre José Kentenich)
 

En segundo lugar, preguntamos al alma. Nos preguntamos acerca de las mociones individuales del Espíritu Santo en nuestra alma.
Un anciano y sabio teólogo del siglo IV formuló esta hermosa frase: «Lo que actúa en el alma del cristiano, en cuanto cristiano, es el hálito del Espíritu Santo».
Naturalmente, con esto tocamos un tema que el hombre moderno apenas considera. Se trata precisamente del discernimiento del Espíritu. El Espíritu Santo habla en nuestra alma "con gemidos inefables" (Rom 8,26). Esto significa, prácticamente, que si tratamos en la oración con el Padre Dios, si prestamos atención a lo que él habla en nosotros, a menudo debemos confesar: la oración sabe lo que el Padre Dios desea de nosotros, antes que nosotros mismos. Es decir, en la oración recibimos muchas de esas mociones; vislumbramos instintivamente relaciones, intenciones de Dios, de las cuales, sólo lentamente, podemos tomar plena conciencia.
Por eso ¡salir al encuentro de las inspiraciones del Dios vivo! No estar saltando permanentemente y brincando de una rama a otra, como una ardilla. ¡Detengámonos! ¿Detenernos en qué? En todo aquello que el Padre Dios nos habla interiormente, en lo que espera y exige de nosotros.
Por último, la tercera fuente de la cual podemos obtener nuestro conocimiento personal es nuestra estructura de ser. Nuestro ser no es algo meramente personal y subjetivo; fue creado por el Padre Dios. Y según cómo mi ser esté conformado, el que yo sea hombre o mujer, de tal o cual índole, es una fuente de conocimiento para mí.
De esta manera, reconocemos plenamente, cada vez en forma más clara y profunda, lo que el Padre Dios quiere de cada uno de nosotros.

Texto del Padre Kentenich tomado de: "Vortrag", 1967. Ver “Dios presente” Recopilación de textos sobre la Divina Providencia, Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile, 2007, Pág. 300)