miércoles, 13 de noviembre de 2013

Compromiso del Movimiento con el Padre Fundador


La gran tragedia del tiempo actual es la carencia de paternidad natural y sobrenatural, es la huida de Dios, la huida de Dios como Persona y, de modo especial, de Dios como Padre. Tanto la paternidad basada en la justicia, como la paternidad basada en la misericordia no son hoy día consideradas ni reconocidas, y ésta es precisamente la gran tragedia del tiempo actual. Los intérpretes de las disposiciones conciliares nos dicen, no sin razón, que el interés central del Concilio y del tiempo postconciliar no es la liturgia ni muchas otras cosas que hoy se colocan en un primer plano, sino que la inquietud principal es Dios.

Si el gran axioma de nuestra Familia es el dar respuesta a las necesidades y miserias del tiempo, se comprende que estuviera siempre viva en la Familia una acentuada corriente del Padre. Esta corriente del Padre ha captado en forma irresistible a toda la Familia, sobre todo en el último año, y la ha captado de tal manera que la imagen del Padre no domina sólo el intelecto, sino también el corazón y la voluntad, o al menos tiende a hacerlo.
El gran regalo es ese estar captados por el Padre y ese estar unidos íntimamente a Él. Esto se ha tornado una corriente que paulatinamente ha captado todos los círculos de la Familia, una corriente que desembocó en el hecho de que el “acto de séquito” se ha tornado patrimonio común de todos los miembros y ramas de la Familia. Se ha realizado de tal forma que ahora ―después que han madurado tantas cosas en ese sentido― se desea poner el símbolo del Ojo del Padre en el Santuario, como expresión de gratitud por esa corriente del Padre.

Pregunto una vez más: ¿Es cierto realmente que la Familia es impulsada interiormente por esa corriente de profunda unión e intimidad con el Padre?
Para evitar malentendidos, pero también para no encubrir nada, creo que hay que decir claramente: aquí se trata de una doble corriente del Padre: una que gira en torno al Padre Eterno, pero también en torno al Padre terrenal. No sin motivo repetimos muchas veces que si no tenemos vivencias de paternidad en el plano natural, es dificilísimo que podamos lograr una vivencia profunda del Padre Dios y que lo dejemos dominar toda nuestra vida.

Por eso reconocemos dos corrientes del Padre que corren paralelas y que desembocan la una en la otra: son la corriente del Padre relacionada con la Cabeza supra temporal de la Familia y con la Dirección de la Familia, en cuanto ésta participa de la paternidad de la Cabeza supra temporal, pero porque la relación entre Padre e hijo dentro de la Familia, con sus vivencias correspondientes, es expresión de la relación vital con el Padre Eterno, porque se ha tornado en un medio que nos ha llevado y nos lleva a estar firmemente ligados al Padre Eterno, porque es una protección de la imagen del Padre Eterno, por eso ha surgido también una fuerte corriente del Padre que tiene por centro al Padre Dios. He dicho escuetamente y en síntesis todo, sin encubrir nada, y esto en forma bien consciente.
Creo que debería demostrar un poco lo que he afirmado. Para ello tendré en cuenta la experiencia y la observación de otros. Si observo las corrientes que en todas partes han conquistado victoriosamente a la Familia en el último año, debo decir que todas desembocan en una expresión: la Familia vive actualmente en forma extraordinaria del espíritu de “Victoria Patris”.

En el último año he recogido frecuentemente todo lo que se manifestaba en esa línea. En los ejercicios espirituales para sacerdotes pude hablar detalladamente sobre eso. He señalado lo que se ha logrado lentamente en las diversas ramas y las formulaciones que para ello emplearon y he buscado un nombre común para ello. El nombre que resume todo solo puede ser: Victoria Patris. A todos los que participaron en esos cursos (y no han sido pocos, ya que las diversas ramas han sido poco a poco introducidas en ese espíritu) les quisiera pedir que ese patrimonio de ideas y de vida lo consideren como una misión y lo den a conocer en sus respectivos círculos. Si es cierto que precisamente a través de esa marcada corriente del Padre damos un aporte esencial para la misión postconciliar de la Iglesia, tenemos entonces el deber urgente de hacer en este sentido, lo que esté a nuestro alcance.
Este sería el lugar para tomar de ese inmenso conjunto alguna que otra idea. Lamentablemente debemos renunciar a hacerlo, de lo contrario nos quedaríamos en la introducción de la Semana. Al menos diré brevemente lo que se debe entender por “espíritu de Victoria Patris”. ¡Victoria Patris! ¡El Padre Dios ha triunfado, ha triunfado victoriosamente!

Hablando en términos científicos debemos distinguir entre un genitivo subjetivo y un genitivo objetivo. Según esto, Victoria Patris puede significar que el Padre Dios ha triunfado sobre nosotros, o que nosotros hemos triunfado sobre el Padre. Aquí son consideradas ambas cosas. Si queremos captar toda esta realidad debemos penetrar con amor y de manera vital en ambas concepciones.
El Padre ha triunfado sobre nosotros. ¿Cómo triunfa? Mediante las tres virtudes teologales. Él ha triunfado sobre nuestro intelecto, sobre nuestra voluntad y sobre nuestro corazón. Uds. se dan cuenta que esto es un gran esquema, que si quisiéramos elaborarlo juntos se nos abriría un inmenso panorama.

¡Nosotros triunfamos sobre el Padre! ¿Qué significa esto? ¿De qué modo se deja vencer el Padre? ¡Mediante nuestra pequeñez! Aquí tenemos ante nosotros todo el mundo de la pequeñez, de la fuerza y de la misión de la pequeñez ante Dios. Me permito citar en este contexto una expresión de “La Santificación de la Vida Diaria”: La pequeñez conocida y reconocida por el hijo, significa ‘impotencia’ del Padre y ‘omnipotencia’ del hombre insignificante” (Cf. Nailis, ob. cit. Herder, 1958, pág.41). Con gusto introduciría a toda la Familia una vez más en este mundo. Quien ha captado esto interiormente, quien lo ha vivido o lo vive, tiene material de sobra para conversaciones y reuniones de grupo, pues a veces no sabemos sobre qué podemos hablar.
Resumiendo: la gran pregunta es si realmente el Padre ha triunfado sobre nosotros y si nosotros estamos en camino de triunfar sobre Él.

(Tomado de la Semana de Octubre 1967 – Archivo digital del Instituto de Familias de Schoenstatt)

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