miércoles, 20 de noviembre de 2013

La ley de la solidaridad indisoluble


Estamos destacando aquí un principio peculiar. Un princi­pio que todos hemos vivido, y que vivimos también hoy de manera especial; un principio quizás aún poco conocido en el plano intelectual; un principio que reviste tanta impor­tancia que hemos de conservarlo cuidadosamente en el fu­turo.

Tener claridad sobre este principio es hallar la respuesta pa­ra una misteriosa pregunta: Siendo nosotros una comuni­dad tan polifacética, en la cual cada rama recorrió su pro­pio camino, ¿cómo fue posible haber permanecido unidos? Hoy por la mañana puse de relieve que deberíamos contar con ser hijos de la guerra hasta el fin de los tiempos; que en el ámbito del catolicismo habremos de asumir confronta­ciones y tensiones. Pero tuve que haber agregado que en vir­tud de la gran universalidad de la Familia y su pluralidad de ramas, tendríamos que contar también con no pocas tensio­nes en el seno de ella.

¿Cuál fue uno de los elementos esenciales que nos mantuvo cohesionados?: la ley de la solidaridad indisoluble. Pero na­turalmente agrego enseguida: solidaridad indisoluble entre la cabeza, el santuario y los seguidores.


Al hablar de cabeza sabemos que se está haciendo referencia a la cabeza supra-temporal, no a la temporal. Lógicamente lo que vale para la cabeza supra-temporal vale asimismo (de alguna manera; pero sólo de alguna manera) para la tempo­ral, y también para toda instancia de dirección.



En el ámbito de la Iglesia es natural mantener el contacto con el fundador de la comunidad. Hoy la Santa Sede hace especial hincapié en este aspecto. Ya Pío XI no se cansaba de destacar que toda comunidad debía tomar como norte a su fundador, había de girar en torno de su fundador. Últi­mamente escuchamos que el Santo Padre (Pablo VI) quiere que todas las comunidades revisen sus estatutos. Y la nor­ma que pone es la siguiente: El desarrollo de la comunidad, y también los estatutos de la comunidad, han de orientarse por el carisma del fundador.


Se trata aquí pues de la cabeza supra-temporal, de la ley de la solidaridad indisoluble. Repasemos brevemente lo que dice esta ley en detalle allí donde es aplicada, y las consecuencias que se derivan de ella.


¿Qué dice la ley? ¿Qué entendemos por ley de la solidaridad entre la cabeza supra-temporal de la Familia y el santuario? Podríamos tomar cada palabra y hacerla objeto de prolon­gadas reflexiones.

Quizás ustedes se pregunten por qué no elijo la división tri­partita que se impuso más tarde. Uno de los regalos más importantes que le ha hecho el P. Menningen a la Familia y por el cual más hay que agradecer, es remontar la Familia a tres elementos, a los que se llamó "los tres puntos de contac­to": Reina, cabeza (de la Familia) y santuario. Yo al principio en mis escritos hablaba sólo de dos elemen­tos: cabeza y santuario. El santuario incluía esencialmente dos elementos, vale decir, cuando pensamos en el santuario, pensamos naturalmente ante todo en la Reina, la Madre, la Educadora que habita y reina allí.

Sería bueno entonces mantener esa división tripartita, pero también recordar que ahora tenemos un principio de selec­ción a nuestra disposición, y que estamos obligados a utili­zarlo siempre a la hora de admitir personas a la Familia. En efecto, cuando alguien sienta una vocación a la Familia, di­cha vocación se comprobará mediante la vinculación inte­rior que se tenga con los tres puntos de contacto: Reina, ca­beza y santuario.

(Tomado de la  Semana de octubre de 1966 – Ver “Unidos al Padre” de Mons. Peter Wolf, Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile)


No hay comentarios:

Publicar un comentario